Los sabotajes de Sabbatella
El nuevo editorial de Alfredo
Leuco en Le doy
mi palabra
Lo que está pasando en el
hospital Posadas no tiene nada que ver con la verdadera
política. Es la degradación de la condición humana, es la prostitución de la
militancia que tiene que tener siempre el objetivo solidario y ético de ayudar
a transformar la sociedad para hacerla más justa e igualitaria.
Le cuento los datos básicos para que sepa de qué estoy hablando. El flamante
director de ese gigantesco centro médico, el doctor Alberto Díaz Legaspe hizo
varias denuncias gravísimas que hacen sospechar que un grupo de ñoquis de la
agrupación de Martin Sabbatella y de la barra brava de Deportivo Morón están
haciendo distinto tipo de sabotajes y amenazas porque temen ser despedidos.
El más grave, el más espectacular desde el punto de vista de la imagen, es ver
esa silla de ruedas incrustada en un resonador magnético. Ese aparato
sofisticado de alta complejidad es el único que existe en toda esa zona Oeste
del conurbano. Dicen que le tiraron la esa silla metálica para que el poderoso
imán la tragara y se destruyera algo tan útil y tan escaso. El que hizo eso, le
pido disculpas, es un energúmeno hijo de puta que merece la cárcel.
En ese
lugar se hacen alrededor de 30 estudios por día y ahora hubo que suspenderlos
hasta que arreglen el aparato. Dicen que repararlo va a costar la friolera de
45 mil dólares. El que hizo eso no puede ser definido como militante. Porque
esa bajeza inmunda no perjudica a Macri ni a María Eugenia Vidal. Eso es un
atentado contra el pueblo trabajador y los sectores más débiles y necesitados
de la sociedad. Ellos que se llenan boca hablando a favor de los pobres y en
contra de las corporaciones económicas deberían saber que ese sabotaje
perjudica a los más humildes. Por eso quiero creer que no fue un militante de
la izquierda pituca o papanata como dice Andres Calamaro. Quiero creer que es
uno de los violentos lúmpenes barrasbravas que hicieron entrar como fuerza de
choque en la última etapa del cristinismo. Esos salvajes no entienden de hombre
nuevo ni de socialismo. Son patoteros de profesión y resuelven los conflictos a
los palazos, a las trompadas o a los tiros. De hecho tiraron unos panfletos y
hay unas pintadas en las cercanías del hospital que son amenazantes, terribles
y autoincriminatorias: “Que te quede claro, detrás de un trabajador hay una
familia. Dejar a un trabajador en la calle es igual a destruir un hogar. Si te
metés con mi familia, yo me meto con la tuya. Ojo por ojo”. Esa amenaza del ojo
por ojo es típica del autoritarismo fachistoide. La venganza violenta, la
presunta justicia por mano propia. Ojo por ojo y al final nos quedamos todos
ciegos. Porque ese tipo de atentados violentos se sabe cómo empiezan pero no
como terminan.
Pero esa brutalidad y salvajismo no fue todo. Hubo muchas cosas más que
hicieron estos tipos que tienen aterrorizados a los médicos, enfermeros y
pacientes que hacen su trabajo con abnegación. Un día hicieron dejar de
funcionar en forma simultánea los 25 ascensores que tiene el hospital. Se
robaron las plaquetas que controlan el sistema. No fue un accidente. Fue un
incidente. Otro día, los muy criminales, quemaron todas las heladeras con una
sobrecarga de energía. Tuvieron que salir corriendo en emergencia para llevar
las vacunas a otros lados para que no perdieran la cadena de frío. Son vacunas
carísimas, escasas y que salvan vidas de los más pobres de los pobres. Los
ricos como Cristina Fernández, Lázaro Báez, Víctor Hugo Morales o Fito Páez no
se atienden ahí.El gobierno nacional de Mauricio Macri resolvió hacer una denuncia penal para
terminar con esos delincuentes en la cárcel. Los sospechados, los dueños del
hospital en la gestión anterior dicen que ellos también van a hacer una
denuncia penal por las graves difamaciones. Dice Martin Sabbatella que todo es
“una burda mentira para justificar los despidos y seguir poniendo al estado al
servicio de las corporaciones”.
Es la justicia y la investigación policial la que tendrá la última palabra.
Pero desde la política hay que hacer un esfuerzo para no fagocitarse al
adversario. El canibalismo que bebe odio y come enemigos nos lleva al peor de
los mundos. Los cristinistas lejos del poder y la caja están brotados. Su fanatismo
en lugar de calmarse se multiplicó y ahora ven feroces derechistas y dictadores
donde hay funcionarios elegidos hace apenas 40 días hábiles por el 52% de los
argentinos. Y encima, son los mismos que ganaron las elecciones nacionales y en
la provincia de Buenos Aires, en Morón (la cuna del sabbatellismo) y en
Capital, entre otros distritos. Son los perdedores seriales, los sin votos los que se comportan de manera más
autoritaria y agresiva. Cristina les dijo a los opositores que si no estaban de
acuerdo, tenían que formar un partido y ganar las elecciones. Y eso es lo que
hizo la sociedad. Armó una coalición como Cambiemos y ganó las elecciones. Hay
que saber perder y volver al llano. Hay que militar con el esfuerzo y no con el
dinero del estado. Hay un hartazgo social sobre muchos dirigentes que hablan de
democracia y patria pero que admiran a Hugo Chávez y no se bancan la
alternancia ni la división de poderes que es la base de toda república.
No se puede llenar de ñoquis al estado para que el pueblo les subsidie la
militancia. Ese dinero hay que utilizarlo para lograr la pobreza cero. No se
puede convertirse desde el estado en un topo saboteador que solo quiere poner
palos en la rueda y que todo estalle por los aires. Sueñan con Macri huyendo
con el helicóptero y trabajan para eso. Ese sueño K es la pesadilla del resto
del país. Fueron intolerantes en el ejercicio del poder y hubo que poner el pecho ante
tanto atropello y patoterismo de estado. Pero ahora, desde el llano quieren
seguir teniendo los mismos privilegios y enseñarnos que es lo que tenemos que
pensar. Eso se terminó en la Argentina. No hay más lugar para los golpistas ni
para los corruptos. No hay más lugar para los violentos ni los extorsionadores.
Ojalá la justicia se ponga las pilas y pueda identificar a los autores de estos
crímenes de lesa insensibilidad. Ojalá pronto sepamos quieren fueron los
autores intelectuales y materiales de semejante irracionalidad. Juicio, castigo
y condena para los que para defender sus curros ponen en peligro la vida de los
pacientes.
Destruir el hospital Posadas es atentar contra la salud del pueblo
pobre. Y nuestro himno lo dice claramente: al gran pueblo argentino, Salud.