ENCADENADOS
Por Jorge R. Enríquez
A la presidente se le ocurrió esta vez
festejar el Día de la Democracia. Que es el 10 de diciembre, no el 13, pero
estos detalles no le importan demasiado. Había que encontrar una excusa que
permitiera realizar, con fondos públicos, un nuevo y monumental acto
partidario. Porque de eso se trató. No fue una fiesta patria, ni cívica. No
representó los valores compartidos de la democracia, que nos unen a la inmensa
mayoría de los argentinos. Fue, una vez más, un acto sectario, de
autocelebración. No apuntó a la unión nacional, sino a la confrontación. Como
celebración de una fecha tan cara a los argentinos de las más diversas ideas,
no pudo haber sido peor.
La señora de Kirchner está nerviosa y no lo puede
disimular. Las numerosas causas judiciales que afectan a su gobierno ya no se
refieren solo al vicepresidente, a algunos funcionarios o a ciertos empresarios
de su confianza: ya involucran a su familia. De ahí que, en lugar de poner a
disposición de jueces y fiscales la mayor información posible, para que
investiguen con profundidad, ha salido a denunciarlos. Habló de "sicarios
mediáticos y secuaces judiciales". De nuevo, describió una colosal conjura
contra ella y su administración. Solo faltó la palabra
"sinarquía".
Después, la señora bailó, como si fuera una estrella del
espectáculo. Quedó claro, por si había alguna duda, que la gran ceremonia no
tenía por objeto la afirmación de principios o la recordación de quienes
contribuyeron a forjar nuestra democracia, sino la mera renovación del culto a
la personalidad de la Jefa de Estado.
El discurso de la presidente fue lamentable. Hasta
llegó a compararse con Manuel Belgrano, un prócer que no se caracterizó
por acumular propiedades durante su paso por la función pública, sino por dejar
una lucrativa carrera como abogado y economista exitoso para entregar todo por
la naciente patria.
Hubo crispación y enojo en las palabras y en los gestos de
la señora de Kirchner. También, una actitud paternalista hacia sus ministros,
que no es propia de los regímenes republicanos, sino de los autócratas. Así, no
parece adecuado que llame a su ministro de Economía "chiquito", por
más que lo sea, no solo por su escasa altura, sino por sus magros resultados
como funcionario.
Ahora se anuncia una nueva modalidad de la cadena nacional.
Será más breve, editada, pero más frecuente y en horario central de la
televisión. Ayer la inició perorando sobre dentaduras, caries, tratamientos de
conducto, tornos y prótesis dentales. Sería risueño, si no fuera dramático. El
deterioro institucional que esto implica es mayúsculo. ¿Hasta cuándo seguiremos
tomando esto como algo natural?
Viernes
19 de diciembre de 2014
Dr.
Jorge R. Enríquez
twitter: @enriquezjorge